El vino ecológico, una apuesta de ideales por la calidad y la conservación en Mallorca
España es una de las mayores potencias mundiales en lo que a producción de vino ecológico se refiere. De hecho, desde 2009 está a la cabeza con más de 50.000 hectáreas de viñedo ecológico, tras superar a Italia. En lo que corresponde a la demanda de vino de este tipo, se da la paradoja de que el principal consumidor es el mercado francés, que además aprovecha hasta el 90% de su producción, lo que no ocurre ni en España ni en Italia, cuyo vino ecológico acaba en buena medida en países como Alemania o Suiza.
El cultivo ecológico del vino no se diferencia mucho con respecto al de cualquier otro tipo de agricultura ecológica. Ello implica que los campos de cultivo sean abonados con sustancias orgánicas naturales, excluyendo cualquier tipo de abono mineral y prácticas como la quema de restos de cultivo o matojos, ya que iría en contra de la conservación de la flora microbiana del suelo. También se deben tener en cuenta otras cuestiones como la conservación y el embotellado del vino, que ha de hacerse sin tratamientos y sin el antiséptico y antioxidante SO2, utilizado en la producción de vino convencional y que puede tener efectos sobre la salud.
En Baleares la producción de vino ecológico se ha disparado en los últimos años. Según el Consell Balear de Producció Ecològica (CBPAE), en las islas hay hasta 14 productores, de los cuáles 12 están en Mallorca. Precisamente las Baleares y el clima mediterráneo que se disfruta por esta tierra favorece la adaptación de los viñedos al cultivo ecológico, ya que las necesidades de agua y fertilizantes son menores. La riqueza paisajística y de los suelos de muchos rincones de las islas hace el resto, favoreciendo este pujante sector, que contribuye a la conservación de la biodiversidad local y de variedades autóctonas de viñedos, tal vez menos productivas en algunos casos, pero de gran calidad y muy saludables.
Desde hace un tiempo son varios los productores de vino en las islas que están en pleno proceso de reconversión de agricultura convencional a ecológica, lo que requiere un período aproximado de tres años. Este es el caso, sin ir más lejos, de la bodega Son Sureda Ric, una pequeña explotación de tres hectáreas en Manacor, que ya produce todo en ecológico desde que cambiaron en 2007 la agricultura tradicional. Aún distribuyen botellas de vino convencional, aunque Javier Jara, su responsable, calcula que en unos dos años ya estarán comercializando únicamente vino ecológico. Su producción anual es muy variable, ya que seleccionan las uvas, por lo que oscila desde las 5.000-6.000 botellas hasta las 10.000, principalmente distribuidas en Baleares aunque con pedidos puntuales en Alemania.
Según Javier Jara, el motivo principal para cambiar a la producción ecológica radica en “tratar de ser más respetuosos con el medio ambiente con la forma de trabajar los viñedos y la uva, unido a unos ideales y la convicción personal en este sentido”. A pesar del evidente interés creciente por este tipo de producto, para Jara “los alemanes y los suizos siguen a la cabeza, por delante de los residentes locales”. La apreciación, que parece ser la tónica general, también es compartida por Andreu Majoral, propietario de la bodega Can Majoral en Algaida. A pesar de que la mayoría de las 80 ó 90.000 botellas que se producen en sus 20 hectáreas no sale de Baleares, un importante 20 ó 30% se va también hasta Alemania o Suiza.
Can Majoral fue uno de los pioneros en Mallorca en lo que a producción de vino ecológico se refiere. Ya son más de 30 años y esta filosofía de trabajo, según Andreu Majoral, “sólo produce ventajas, ya que es una garantía de calidad alimentaria, no se fuerza a la planta ni a la uva con productos químicos que rompen el equilibrio natural y se favorece a la microfauna o microflora, que cumple con su función y favorece el cultivo ecológico”. Más que cualquier otra cosa, “se trata de un estilo de vida”, zanja.
Además de este compromiso ético por parte de los productores, es innegable que también existe detrás una rentabilidad económica, que no sólo reside en la venta directa del propio vino, sino también en la diversificación de actividades. Algo fundamental para una isla tan turística como Mallorca. Tanto Son Sureda Ric como Can Majoral organizan actividades y visitas concertadas en sus instalaciones, que normalmente incluyen catas o degustaciones de producto, En la bodega manacorí también se alquilan espacios para eventos o empresas, aprovechando el rico patrimonio cultural y arquitectónico que da una antigua possesió que data del siglo XV.
No son los únicos, ya que destacan otras bodegas que, no sólo organizan actividades, rutas de enoturismo o degustaciones, sino que directamente han diversificado su oferta de servicios. Los casos de Can Feliu en Porreres u Oliver Moragues en Algaida son paradigmáticos, ya que la bodega y producción de vino ecológico se combina con sendos agroturismos, en una propuesta turística de gran calidad ligada a lo mejor de la producción agrícola ecológica. También los hay que combinan el vino ecológico con la producción de aceite ecológico, como Es Verger en Esporles. Claros ejemplos todos de que la innovación y la calidad pueden ir de la mano, no sólo de la producción agrícola, sino también de un sector turístico que requiere cada vez más un mayor ingenio.
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