Campos de trabajo en Mallorca: Una Estancia en S’Albufera
Dos veces al año, en un rinconcito de Mallorca, puedes disfrutar de unos días “sobreviviendo” en su Albufera. Esto es lo que el reconocido científico Nick Riddiford y la dirección del parque ofrecen a quien esté interesado en aportar un granito de arena y querer aprender un montón de cosas. Despertar la curiosidad a todo lo que te rodea y querer reconocer su valor.
Esta experiencia, llamada: The Albufera Iniciative for Biodiversity, es un período científico y amistoso muy interesante. Se hace un seguimiento de la biodiversidad, el cambio climático y los efectos de las prácticas de gestión en la Albufera, ininterrumpidamente desde 1989.
Llegué con todas las ilusiones puestas, además de estar un poco receloso y expectativo. Todo lo que pude aprender allí me sirve de constante en esta situación tan desoladora y alejada de nuestros refugios naturales.
Pude conocer el mundo de los insectos de mano de las polillas, tan despreciadas por cualquiera de nuestros coetáneos. Mirarlas a través de la lupa te hace descubrir las grandes diferencias entre unas y otras. ¡Qué bonito poder conocerlas, individualizarlas!
Recuerdo algunas mañanas soleadas al acecho de las mariposas. No llevábamos nada salvo el lápiz, el cuaderno y nuestra mirada avezada. Una tarde, me recuerdo con un cazamariposas intentando retener por unos instantes a un caballito del diablo. Pasamos bastante tiempo encharcados, buscando moluscos y coleópteros acuáticos. Gracias a una malla y a una lupa nos dimos cuenta de la cantidad de vida que hay en cualquier vestigio de agua. ¡Tantos dependen de esa poca cantidad!
Nos hicimos “expertos” en estudio de la vegetación. Horas pasadas bajo el Sol en la maleza del humedal discutiendo la diferencia entre dos plantas exactamente iguales, qué risas.
Uno de los trabajos que mejor recuerdo es el de los pájaros. Y lo digo así de general porque vivir en la Albufera es sumergirte en un mundo de cantos y avistamientos que te hacen gozar de ellos de la manera que quieras. Antes de que saliera el Sol anduvimos por el Parque, hicimos muchos Kilómetros escuchando el canto de los pájaros al amanecer y dando buena cuenta de ellos en el papel. Cuando conseguíamos mimetizarnos con la naturaleza se dejaban ver. Recuerdo haber visitado muchas veces los “bishops” y las torres de observación. Al amanecer, al mediodía, al atardecer. Buscábamos rapaces, limícilolas, acuáticas, paseriformes,… de todo. ¡Qué útiles los prismáticos! Una noche íbamos todos por el campo con linternas, en silencio, en busca de un búho, el búho chico. Entre el mar y la carretera, en la zona de vegetación dunar, el pollo ya crecido llamaba a su madre para que viniera a saciarle el apetito. Si reconoces esa llamada puedes intentar descubrirlo en su posadero. Es una sensación increíble.
Y no menos importante que todo esto recuerdo a la gente. Una reunión tan apasionante de personas con expectativas tan diferentes y tan parecidas en nuestra convivencia. No eran más los que organizaban todo aquello que el que venía sin conocer nada. Llenarse de experiencias vividas, de ideas por surgir. Aprovechando la diversidad de la Península, de la isla, de Europa. Cafés al atardecer, continuo aprendizaje en la sobremesa. Muchas risas y ganas de hacer cosas. Buscando algo y encontrando mucho más.
Recordar todo esto es agradable. Merece la pena probar. Siempre puedes traer más de lo que llevas, aunque no pese. Dormir y levantarse bajo los árboles siempre desinfecta. Ánimo.
Para visitar la página y conocer sus proyectos: TAIB
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